Pasarla bien con los amigos es muy fácil, con alcohol lo es aún más, pero las consecuencias del día siguiente a nadie le gustan. ¿Acaso han conocido a alguien que disfrute la resaca que se produce después de una noche de diversión llena de alcohol y cigarro?Abrir los ojos nunca había sido tan doloroso como ese día. Sentí una presión sobre las órbitas seguida de un ardor constante que afortunadamente se disipó poco a poco gracias a unas pocas lágrimas. El hedor a alcohol se respiraba en la habitación, en una oscuridad a medias. Ese sabor dulzón y amargo se hizo presente en mi boca de inmediato, con una sensación de resequedad y rasposidad sobre mi lengua. El maldito sonido de la podadora parecía taladrarme los oídos y, por si fuera poco, el llamado de "Jesús" a la misa de 12 me penetraba como un silbido que cuado se hacía más tenue, repiqueteaba de nuevo aún con mayor fuerza.
Con mucha dificultad y el mareo que me provocaba ese aroma dulzón y el sabor amargo del alcohol logré ponerme de pie. Con pasos débiles me dirigí hasta el baño. Abrí la llave del agua fría, mientras me lavaba los dientes para disimular el sabor amargo. Me quité toda la ropa manteniendo el equilibrio lo más posible y como pude me metí debajo del chorro de agua helada. El frío calmó un poco el dolor de cabeza y mientras tomaba un baño el amargo sabor dulzón y el hedor a alcohol de la noche anterior se fueron disipando. En su lugar llegó un sabor fresco y un poco picoso sobre la lengua que se asemejaba a la menta. El aroma del shampoo fue dulce y un poco a hierbas, que me remitía más a un lugar tranquilo al aire libre que al encierro lleno de ruido y humo de la madrugada previa. Después de una media hora, ya un poco más de regreso a la vida salí del baño. Después de envolverme en una toalla y ponerme un pants abrí la venta. El aroma fresco llenó mis fosas nasales y un olor a humedad me revivió por completo.
Después de dos aspirinas, mucha agua y un caldo picosísimo estaba lista para salir de fiesta nuevamente. ¿A quién no le encanta la cruda?