El ritmo acelerado con el que se me va la vida me había mantenido enfocada en el mañana, en el año que viene o en la década que pasará. Llevando papeles de aquí a allá, abriendo una caja y cerrando otra más me topé con mi pasado.
Fotos, cartas, boletos, objetos y demás... Me dolió verme como una extraña en esas fotos. Veía a una persona que no conozco, que conocí en mi pasado pero que ya no soy capaz de identificar. Una risa acalorada, un traje de hawaiiana y decenas de rostros que probablemente no vuelva a ver en toda mi vida.
Canciones viejas, escritos ancestrales en mi corta existencia; un amor que no fue, un corazón roto, un dolor ajeno y una mirada triste. Otra sonrisa coqueta, una travesura descubierta, una broma no hecha y un regalo no dado... tantas cosas que forman mi pasado...
Quisiera atesorarlas, juntar todo en un cofre y guardarlo con recelo, pero es imposible, porque las cosas físicas desaparecen tarde o temprano; se pierden.
Me quedo con las memorias que habían estado guardadas por tanto tiempo y que hoy, y sólo hoy me ayudan a desempolvar los recuerdos...
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