Ella no sabe que la sigo. No se ha dado cuenta que llevo varias semanas siguiendo sus pasos, como quien va detrás de una mariposa intentando atraparla. No tiene malicia, y la inocencia se le nota a veces en esos ojos verdes que quisiera no dejaran de mirarme. Pero ella no nota mi presencia, voltea como buscando a alguien de vez en cuando, pero en varias ocasiones ha pasado su mirada sobre mís hombros si pudiera ver a través de ellos, y eso me duele.
Siete semanas completas me he mantenido alerta como un vigía y sé dónde ha estado y con quien; aún así ella no sabe nada. Ayer, por ejemplo, iba con una amiga, que parecía más una de esas mujeres que esperan cada noche por alguien. Llevaba una falda de colegio que apenas le llegaba debajo de las nalgas y y una blusa blanca abierta con 4 botones. Tan abierta que sus pechos se asomaban más de la cuenta. En cambio ella es diferente.
Ella siempre con su uniforme de colegio que le llega casi a las rodillas, pero con el cabello suelto, y a veces siento que puedo estar tan cerca que percibo su aroma. Ayer su pelo olía a fresas y mi mano se levantó para alcanzarla. Por primera vez, ella me miró.
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