Cerrar los ojos y desvanecer la lluvia de quejas que se atiborra en los oídos,
como haciendo un tráfico inequívoco de la rutina de todos los días.
Alcanzar la plenitud de la alborada y saborear la paz en cada poro del cuerpo,
como si la piel respirara.
Que la tranquilidad del no existe mañana pueda cubrirme de pies a cabeza.
Cerrar los ojos para escabullirme en una historia que no es la mía,
para enamorarme de la vida y olvidarme del estrés.
Cerrar los ojos sin taparme los oídos para irme lo suficientemente lejos sin desconectar la realidad, como queriendo sin querer vencer el miedo del mañana, del paso del tiempo, de un pasado vacío o de un futuro incierto.
Cerrar los ojos para abrir el corazón a lo increíble y aguzar los sentidos para percibir lo bello y sencillo de este mundo.
Para ver una gota caer al vacío eterno, pero permitirnos capturarla en la imaginación.
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