Él no estaba seguro de cuánto estaba arriesgando en su intento por triunfar. Llegar a los cincuenta y encontrarse solo, sin nadie más que el ama de llaves sirviendo una sopa a medio calentar. Y esque a los 65 años el gusto ya no funciona de la misma manera y a veces a doña Carmela se le pasaba la sopa de sabor.
Él no se imaginó tener que despertar cada mañana y no ver a nadie a su lado. A sus veinte, a su treinta y a sus cuarenta siempre había tenido el aroma de un perfume distinto cada noche, a veces dulzón y con aroma a flores; pero no ahora. Distaban mucho aquellos años en los que podía saborear un par de labios frescos, llenos de vida.
Ahora, después de treinta años de juerga constante no había nadie menor de cuarenta que volteara siquiera a verlo. Pero a él no le llamaba nada, sólo ella.
Él deseaba a una bella dama que tenía apenas la mitad de sus lustros y otros cuantos años menos. Ella no voltearía jamás a verlo.
Sin ningún tipo de consuelo él quedará tirado al piso en un berrinche como un niño pequeño y lo más triste es que no habrá nadie, ni siquiera el ama de llaves que le lleva algunos años, quien atienda su agonía.
2 comentarios:
Este es diferente a los demás. Como que lo quisiste hacer muy sombrío, pero hubo una luz en medio. Porque muy a pesar de la vida fría y calculadora del personaje, aún se iluminan sus ojos cuando ve a la dama.
tengo que experimentar cosas nuevas no crees?? ajaja
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