sábado, 22 de septiembre de 2007

El camino del edén en la zona rosa...

Y no hablo de una metáfora. Una persona en su sano juicio que no busca sexo a las 12 de la noche, no pasa por allí. No llega a esos lugares. Pero mi asombro fue tal, que parecía casi un desfile de modas (o mejor dicho de disfraces). ¿Cómo es que fui a dar a ese lugar? No tengo idea. Eso pasa cuando uno toma taxis "piratas" (como les llama mi compañera) y lo llevan a uno por los peores rincones de esta ciudad.
No me impresionó ver más de 1 km de calle lleno de "doncellas" en espera de ser rescatadas de la voracidad de la noche y el gelido frío. Esperando a su príncipe azul montado en un corsel BM, Seat, Honda, o cualquier otro. No me impresionó ver sus rostros pérfidos llenos de coqueteo y seducción. Ni siquiera me impresionó ver tanta variedad. Las hay altas, bajitas, gordas, flaquitas, rubias, morenas, guapas, feas, piernudas, caderonas, con copa A, B, C, D o cualquier infinidad de opciones. Mencionaba el desfile de modas porque la variedad no sólo iba en físicos. Había todo tipo de faldas, cortas, un poco más largas, de todos los colores, pantalones pegados, sueltos, con botas, zapatos, pero eso sí. Todo el calzado era de tacón. No me impresionó nada de esto.
Lo único que llamó mi atención fue una chica. Tal vez 20 o 21 años. Se veía temerosa, temblorosa tal vez por el frío, con un atuendo blanco que dejaba sus piernas y el abdomen a la vista. Su corta falda blanca y su ligero brassier dejaban ver un territorio aún virgen. No porque no hubiera tenido ya varios clientes, sino que conservaba aún la inocencia. ¿Qué puede llevar a una mujer a venderse por poco más que 300 pesos?