martes, 17 de febrero de 2009

Entre el insomnio y buenas noches

Estando en la oscuridad total, intentando cerrar los ojos y apagar mis oídos para dormir, el sonido de un helicóptero interrumpio esa sinfonía de silencio que me conducía hacia los brazos de morfeo. No sólo me espantó el sueño, sino que puso mi mente a trabajar (Al fin y al cabo que no necesito que me den cuerda para ponerme a debrayar).

Mi imaginación se fue y, así, como por arte de magia, apareció un recuerdo en mi mente. Un recuerdo que tenía tan escondido que hacía años que no me venía al pensamiento. Un recuerdo que no coincide ni en tiempo, ni en presencia, pero sí en lugar.

Dicen por ahí, que cuando recordamos, siempre hay un desencadenador que estimula el cerebro, justo esa parte que dicen que sirve para el recuerdo. Bueno, en esta ocasión, puedo asegurar que no es así. No hubo un sonido, ni un aroma, ni siquiera un sonido que me transportara a ese recuerdo lejano que ya éra más difuso que claro. Frecuento el lugar, así es, pero frecuento ese lugar desde hace casi cuatro años y nunca había removido ese recuerdo.

Lo más curioso de todo fue que ese recuerdo me hizo recordar más que el instante, me hizo recordar todo ese día, ciertas conversaciones que tuve, situaciones en las que me encontré y es extraño. Extraño porque la mayor parte de todos los personajes de mi recuerdo han desaparecido de mi vida, y aquellos que no desaparecieron no se encuentran en estos momentos a mi lado.

Recodar fue raro. Fue como un boost de adrenalina que recorrió todo mi cuerpo y claro, ahora me debato entre el cansancio y el insomnio.
Y a todo esto me pregunto... ¿Qué hace un helicóptero a la una de la madrugada sobrevolando la ciudad? ¿Me puedo quejar en algún lado?

Maldito helicóptero.