Los hijos de la noche

Ser una hija de la noche no es tan malo. Estar en ese vaivén entre lo ilusorio de la vigilia y el entresueño, se ha convertido en mi estilo de vida. Sì, es un estilo de vida, porque surgen ideas que en los cinco sentidos no surgirían.La realidad en ocasiones se deforma, y no me refiero al uso de estupefacientes, sino a ese dilusorio momento en el que abrimos los ojos sin haber terminado el sueño. Tal vez sea un poco de demensia (no está mal escrito, es una palabra conjunta en el que converjo la locura con la amnesia, una especie de embriaguez), pero justamente es mi confesor y confidente, Nietzsche, quien responde a mi plegaria. Como él dice, es ese ávido juego que delimita y a la vez desvanece la línea entre lo apolíneo y lo dionisiaco.Es ese estado el que se hace presente en mi vida, ni estoy ni soy al tiempo que voy vagando como existencia. Así somos las hijas de la noche, y digo hijas y no hijos, porque somos más las mujeres que soportamos la vigilia por las madrugadas; sin caer tan fácilmente ante la seducción de morfeo.Quienes han seguido mi blog constantemente se darán cuenta de las horas a las que últimamente he estado posteando. Sí, vigilia, o al menos algo parecido... Si he sido incongruente con lo escrito pido una disculpa, no porque esté mal escrito, sino por no escribirlo claramente para ustedes.