martes, 17 de agosto de 2010

2558: Dos mil quinientos cincuenta y ocho

Estaba escrito en los astros que pasaría aquel día, como si una gitana hubiera echado la suerte a mi favor.
El sol corrío a esconderse, pero la luna fue testigo del paraiso.
Ella que comprende el frío terrible de la soledad fue confidente del deseo.

Quería quererte, quería besarte, quería sentirte siempre conmigo, deseaba amarte.
Y te vi y me miré en tus ojos, a una hora exacta y en la misma latitud.
Y te vi y sentí tus brazos sosteniendo mi alma, resguardándola de todo sufrimiento.

Te sentí y te besé en silencio, reconocí cada parte de tu rostro, te grabé en mi tacto.
Respiré tu aroma y saboreé tus labios, y cada respiro tuyo me llenaba de vida.
Tu palpitar era acelerado y escuchaba cada compás de tu cuerpo, era una armonía de fuego entre tu sangre candente y el hervor de la mía. Era una armonía de amor y de deseo.
Y te vi y me miré en tus ojos como el último recuerdo.
Fue bello porque era hermoso, fue hermoso porque fuiste tú.

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